Chicos, papi y mami, y lectores varios, tengo una mala noticia para vosotros: ya no me quedan 4 ECTS, me quedan 11,2. Sí, mi querido profesor de Regulación me ha vuelto a dejar con uin 4,9. En fin, a ver si le doy un poco de pena, porque estoy bastante cabreada.
La verdad es que no ha sido un fin de semana demasiado guay, porque entre el suspenso (voy a pedir compensación, porque definitivamente esa asignatura no la voy a aprobar jamás) y la muerte provisional de mi bici, estoy que no puedo con mi vida. Además sigo fabricando mocos, y mi garganta ya empieza a sufrir de tanto toser. Pobrecita mía.
Pero voy a contar cosas más divertidas. Aquellos que me tengáis de amiga en el Facebook o el Tuenti, ya habréis visto que este sábado unas amigas y yo nos disfrazamos de caramelos, e íbamos monísimas. Vamos, que todo el mundo nos decía que qué caramelos más dulces y más guapos. Bueno, esto no es sólo culpa del disfraz, la percha hace el 90%.
Lo mejor del disfraz es que aunque estuvimos como 4 horas para hacerlo, era de papel, y cuando nos cansamos, no daba ningún tipo de pena quitárselo y dejarlo por ahí tirado. Lo peor del disfraz: casi imposible sentarse, para no hablar de ir al baño, eso ya era una locura. No cabíamos en ningún sitio, y coger la bici era una utopía…
Pero de esa guisa nos fuimos a Breda, lugar en el que supongo que a los españoles nos odian con todo su ser, porque teniendo en cuenta que hay gente que va a Madrid solo para ver el cuadro de “La rendición de Breda”... Una ciudad que parece preciosa, aunque claro, nosotros fuimos por la noche y tampoco se podía hacer turismo. Y lo más grande de Breda no es eso, es que estaba hasta la bandera de gente. Y me parece absolutamente genial que todo el mundo vaya disfrazado, porque en España en Carnaval se disfraza el 10% de la gente, y en Breda lo raro rarísimo es no ir disfrazado. Eso es no tener complejos de ningún tipo. Y el frío que hacía y la gente en manga corta, qué valor y qué ganas de fiesta. Me encantó, de verdad, digno de ver. Y eso que se supone que Maastricht es mucho mejor, pero a las horas a las que acabamos de hacer el disfraz, y considerando lo lejos que está Maastricht, Breda es suficiente.
Por lo visto el Carnaval es una fiesta muy popular en el sur de Holanda, y aunque Delft esté en la provincial de Zuid Holland (Holanda Meridional lo llaman en Wikipedia), la verdad aquí solo los niños van disfrazados.
Y con lo contenta pero absolutamente destrozada que llegué yo a Delft, me voy a coger la bici a las 5 de la mañana, con unas ganas de pillar la cama que no podía con mi vida, y resulta que, una de dos, o un coche le ha pasado por encima, o unos gilipollas (con perdón) han decidido romperme la rueda. Para mi cabreo mayúsculo, creo que ésta es la opción con más probabilidad porque si hubiera sido un coche la bici estaría laminada en frío (sí, qué pasa, estudio materiales y me gusta, ¿algún problema?). Así que otro caramelo me dejó su bici, y hoy estoy con la de otro amigo. Y voy a por la mía, que la pobre ni rueda siquiera, y la llevo a arreglar (para esta tarde ya la tengo, ¡pequeña, con lo que te echo de menos!) y todo el mundo me mira, y yo tirando de ella como si la robara, y me viene la gente y me dice: “huy, esa rueda está un poco doblada, ¿eh?”. En fin, qué sudada me he pillado más a lo tonto para nada que he hecho. Y así yo sigo teniendo la intención de ponerme buena.
lunes, 23 de febrero de 2009
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2 comentarios:
he visto tu disfraz y la percha hace el 90%, sin duda...
en baviera la gente también se disfraza!!! me encantaaaaaa!!! más festivos y borrachos q unas castañuelas, incluyendo mis profesores y jefe de laboratorio.
eras un caramelito moniiiiisimo ;)
de la up-infierno solo quedara un vago recuerdo y un titulo...
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