¡Pues tócate los pies con los holandeses! No contentos con su afición de vigilar todo lo que hacen los demás poniendo ventanales sin cortinas en las casas y cámaras de seguridad por todas partes, y de que haya seguratas en la biblioteca, ayer me ocurre lo siguiente.
Resulta que los fines de semana en la biblioteca las máquinas de café (sí, ésas que se queman un poquillo y después hay que derrumbar el edificio entero) se quedan vacías, generalmente de vasos. Tal que me tomo un café corriendo, me achicharro la lengua, el paladar y la garganta, me guardo el vaso para luego, y viene el segurata y me echa la bronca: no, verás, que está vacío. Pero antes no lo estaba, ser del despreciable sur de Europa...
En fin, que a todos nos hacen lo mismo.
Pero lo mejor es que viene una amiga, y me voy a comer con ella, y dejo el iPod y el disco duro en mi sitio. Y mi abrigo cantoso de diseño. Y cuando me voy de la biblioteca, porque a las 6 me echan, viene el colega y me dice:
- Oye, mira, que es que te he reconocido por tu abrigo (hortera). Que antes te has dejado las cosas encima de la mesa, y es peligroso porque hay robos...
Después de estar copiando dos mil números a mano durante 6 horas, no me voy a poner a discutir, pero... ¿Para qué COJO*** estás entonces? ¿Para que yo no me pueda comer una galleta delante del ordenador sin sentirme culpable?
De verdad, ni de los holandeses te puedes fiar ya... Porque, por supuesto, en la biblioteca en Madrid no dejo ni el bocata de la merienda.
lunes, 12 de octubre de 2009
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