Todos sabemos el estereotipo que hay de las cajeras: esas muchachas con piercings por toda la cara, teñidas de rubio y que nunca acabaron la ESO. Menospreciamos su trabajo pensando que hasta un tonto podría hacerlo, y muchos universitarios las miran por encima del hombro, cuando hay algunas que sí que van a la Universidad, y yo incluso tenía una amiga que ahora es ingeniera informática de curso por año que trabajó de cajera un par de veranos. Pero eso no quita que se las siga infravalorando por el grueso de los universitarios. Esto para mí ha cambiado ya. Ya nunca las miraré mal, porque he comprendido lo difícil de su labor para con la sociedad.
Resulta que en Delft hay un supermercado llamado C1…, del que ya he hablado un par de veces. El que está al lado de mi casa es pequeño y no da para muchas florituras, pero el que hay en el centro es enorme y tiene unas cajas impresionantes. Un día fui y me quedé maravillada con la eficiencia de dichas cajas, porque son como sigue: es como un túnel por el que tú metes tu compra, pasándola artículo a artículo por el lector de códigos de barras. Y una amiga mía y yo fuimos al supermercado y pensamos: si lo puede hacer una choni de 16 años que jamás acabará la ESO, nosotras, ingenieras por una Universidad de “prestigio” con un Erasmus en otra Universidad de prestigio, también podemos hacerlo. Pues no, nos costó sudor y lágrimas manejar esa máquina infernal. La máquina infernal es muy sensible, y ni nos dejó pasar dos bolsas pegadas, así que tuvimos que pagar las dos. La máquina infernal no creo que te deje robar ni una uva. Y además la máquina infernal no sabe hablar más idiomas que el de las jotas.
Cuando por fin conseguimos pagar con nuestra intuición para el holandés, casi no nos deja la máquina infernal salir del supermercado, porque al hacer la compra te da otro código de barras para poder salir por la puerta.
Montamos ahí la amiga y yo un espectáculo muy rico, y la gente nos miraba raro, porque además íbamos quejándonos y los holandeses ven el español un idioma muy divertido de lo rápido que es. Y mi amiga y yo hablamos mucho más rápido que la media.
A pesar de todo, y aunque no creo que semejantes aparatos funcionaran en un país donde la picaresca es el deporte nacional, me parece que son enormes, porque no se tarda nada en hacer la compra así, si sabes manejar la máquina y el idioma en el que habla. Así no hay quejas de lo petarda que es la cajera, si tardas, la petarda eres tú, y se acabó la historia.
martes, 3 de marzo de 2009
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