viernes, 4 de septiembre de 2009

Y yo con estos pelos

Pues creo que ya he hecho todo lo que se tiene que hacer dentro del marco de la legalidad en este país.
Hoy para acabar el tour del habitante holandés, me he ido a la pelu. Mira, que sí, que es caro, muy caro, que con el corte de pelo que me gasto o me maquillo o me pongo una camisa de cuadros por dentro del pantalón, porque el largo no me da mucho juego, pero lo necesitaba.
Así que os voy a contar la experiencia de Laura en la peluquería holandesa.
Le pregunto a mi amigo "holandés" Ángel: a ver, majo, ¿dónde voy yo a una peluquería? No sé. Le pregunto a mi amiga "holandesa" Rose: a ver, maja, ¿dónde voy yo a la peluquería? Pues mira, vete a dónde voy yo el viernes porque no puedo ir a mi cita, y lo tiene todo cogido hasta ni se sabe cuándo, pero es muy buena. Es en La Haya al lado del Mango. Puntualización número 1: Mango aquí es casi de lujo. Puntualización número 2: Mango está en una plaza que es como un Las Rozas Village en pequeñín. Para que os hagáis idea del precio del asunto.
Llego a la peluquería un cuarto de hora tarde porque el tren no ha pasado, me he ido corriendo desde la estación al Mango. Y claro, a lo mejor la otra estación me queda más cerca, pero como una servidora a La Haya le tiene un poco de tirria por ser la ciudad más coñazo de la historia de la Humanidad, pues no me sé el camino. Veo el sitio, y efectivamente, flipo. Desempolva la Visa, Laura, y págalo cómodamente el mes que viene. Un salón de belleza como los de las películas. A ver, solo a mí se me ocurre pedir consejo a Rose, que le sale el dinero por las orejas.
En fin, tuve la decencia de quitarme la laca de las uñas que estaba en proceso de descascarillamiento (por cierto, que alguien me dé la palabra correcta, porque de esto va mi proyecto y no sé pasarlo a español), no fuera a decirme la señorita: mira, por 50€ más te hacemos las uñas. Y yo no sé decir no.
La peluquería: se me presenta muy amablemente la señorita peluquera, estrechándome la mano como si fueras al médico, me empieza a hablar directamente en inglés: ah, tú eres la amiga de Rose, ¿y estudias con ella? ¿No? ¡Vaya! Bueno, a ver, conversación de peluquera y señora de pelos locos. Me da un masaje con esencias de menta, y me tumba, sí, ME TUMBA para lavarme el pelo. Tratamiento de relajación.
Me corta el pelo como yo siempre lo he querido tener pero nunca me atreví, porque me dice que en la foto que le llevo sale muy largo. Pues nada, en fin, que no debería quejarme, que es lo que he querido tener siempre.
Puntualización número 3: no soy como Miki (¡un besote! ¡Que me encantó verte en Ámsterdam!), no me llevé una foto de Serena Van der Wood o cómo se llame, porque para empezar me hacía falta como palmo y medio más de pelo. Me llevé una foto en el iPod de mí misma recién salida de la pelu en Madrid, que voy a borrar, no me lo vaya a coger alguien y diga que yo qué, entre Take That y mi propia foto...
Y tras secarme el pelo, que no peinármelo, y de invitarme a un té, me pide muy amablemente que le pague 70 pavos. A ver, gente que me conocéis y no sois Sandra: ¿me habéis visto alguna vez con mechas? ¿O con cortes estrambóticos? No, ¿verdad? En España pago por cortarme el pelo 15 € si me pilla en verano. Y 24 en invierno para que me lo peinen de verdad.
A ver, yo siempre había querido ir a un salón de belleza grande y guay y que me doraran la píldora un rato: pues ya lo he hecho.
Macho, esto debe de ser por convertirme en la única erasmus que vuelve a casa con el pelo más corto que nunca, siempre vuelven con el pelo más largo que han gastado nunca. Cuando me corté el pelo después de Navidad lo tenía como medio palmo por debajo de la altura del cierre del sujetador. Y ahora no me puedo hacer una coleta.
Ah, voy a explicar este gasto: me apetecía compensar el descuento que me han hecho en el sportcenter a pesar de no ser estudiante. No, en serio, no me da tiempo a ir a la pelu en España hasta noviembre. Todo tiene una razón de ser.